Este ensayo examina el impacto ejercido por la presencia de Roberto Matta en los Estados Unidos, en el período de 1939 a 1948 cuando, siendo parte de una cohorte de surrealistas exiliados, estableció su residencia temporalmente en Nueva York para escapar de la guerra en Europa. Los autores tildan la presencia de Matta en Nueva York como “catalizadora”, al ocurrir en el preciso momento histórico de un cambio cultural, cuando el grupo de artistas que formaría el núcleo del movimiento expresionista abstracto y la escuela de Nueva York estaba ya en el proceso de redefinir el arte estadounidense. Matta se convirtió en el transmisor de las ideas y técnicas surrealistas, ayudando artistas a liberar su arte de la dominante cuadrícula cubista al presentarles el automatismo e iniciarlos en un nuevo estilo y enfoque de la abstracción, en una iconografía que combinaba tanto los universos psíquicos y físicos (internos y externos) como los simbolismos y los mitos. Los autores incluyen un extenso análisis de la obra de Matta durante su período en Nueva York, amén de un detallado relato histórico de sus relaciones con marchands, artistas e intelectuales de la ciudad. En el análisis de su desarrollo, se clasifica su trabajo en dos períodos generales de unos cuatro años cada uno. El primero caracterizado por su preocupación con el yo interior y el mundo a su alrededor reflejado en las pinturas de morfología psicológica. El segundo período estuvo determinado por su preocupación —iniciada en 1943— con la guerra en Europa, la desesperanza social y la fragilidad de la existencia humana; en especial, el lugar de la persona en el mundo reflejado en sus pinturas de morfología social en las cuales, a diferencia de las obras del período anterior, aparece la figura humana.