En este texto, Tomás Moro narra un episodio de su vida sobre el día en que conoció y conversó con Raphael Hythloday, marinero portugués que había viajado en cuatro de las expediciones de Américo Vespucio al otro lado del Atlántico, y que tras el cuarto trayecto se quedó a explorar —a partir de un fuerte localizado en el actual Cabo Frio (Brasil). Moro comienza el relato describiendo la tarde en Amberes en la que su amigo Peter Giles le presentó a Hythloday. Tras haberse ocupado de sus quehaceres y asistido a misa, se encontró a su amigo con Hythloday, y es así como entabló amistad con él. Moro y Giles hicieron todo tipo de preguntas a Hythloday sobre sus experiencias. Según Moro, el marinero contó que, después de que Vespucio lo dejara en un fuerte, él, junto con sus compañeros, trabajaron para “ganarse el aprecio de las gentes de esa nueva tierra” y, una vez habían conseguido la confianza del líder y obtenido una guía y víveres, pudieron explorar el territorio por su cuenta. Durante su exploración pasaron por muchos pueblos y ciudades bastante bien pobladas y gobernadas y que, además, poseían diferentes tipos de embarcaciones, incluso algunas parecidas a las europeas. Hythloday, de acuerdo a lo que dice Moro, les enseñó el uso de la brújula, hecho que les dio valor para ampliar los alcances de sus viajes. Moro termina el relato escribiendo sobre su plan de contar más cosas sobre las experiencias de Hythloday en otro momento, y haciendo hincapié en lo mucho que se podría aprender de ellas para “corregir los errores de nuestras ciudades, naciones, pueblos y reinos”.