En estos tres extractos del primer capítulo de su libro Última Tule, Alfonso Reyes analiza la historia de la conquista y de cómo ha fomentado nociones míticas de la Américas. En el texto “Colón y Américo Vespucio” corrige históricamente las ideas falsas relativas a que Colón, explorador de finales del siglo XV y principios del XVI, y Américo Vespucio, cartógrafo, fueron rivales en la búsqueda de una travesía hacia Asia a través del Nuevo Mundo. Sostiene, por el contrario, que Vespucio fue la figura más importante porque rechazó la idea de que el Nuevo Mundo fuese asiático mucho antes que Colón y que, por el contrario, sembró la idea de una América como continente en la mente de sus contemporáneos. En el texto titulado “El bautismo de América”, Reyes traza la historia que dio como resultado llamar al Nuevo Mundo: “América”. Afirma que las descripciones de Vespucio sobre las maravillas naturales del Nuevo Mundo semejantes a las del Edén —publicadas en 1507 y leídas por una serie de académicos humanistas durante el siglo XVII— apelaron de tal forma a las fantasías de estos eruditos, que lo bautizaron con el nombre de América cuando se redactó en Cambridge el compendio sobre historia universal. En “El destino de América”, Reyes sostiene que la democracia es el destino común de las naciones americanas de habla española. Este razonamiento lo basa en que la idea de América ha sido asociada, desde la conquista, con las nociones políticas utópicas, con un resurgimiento durante el siglo XIX de la idea de que, para los europeos, las Américas representaban el símbolo ideal de un lugar donde la justicia, la libertad y la felicidad estaban, de algún modo, al alcance.