Con base en fuentes hemerográficas, Esther Acevedo explora las diversas maneras y opciones que se plantearon diferentes grupos de artistas e intelectuales entre 1920 y 1924 en torno al concepto de “lo nacional”, en particular en el área de las artes plásticas. Indaga, además, cómo ciertos aspectos han sido retomados por la historiografía para construir el trillado discurso nacionalista y cómo otros rasgos se dejaron fuera restando, así, riqueza al problema. La revisión cronológica de las fuentes le permite a la autora no sólo recrear las distintas polémicas de la época sino, también, explorar las diversas facetas del problema. Durante el periodo presidencial de Álvaro Obregón (1920-24), el tema de “lo nacional” trasciende discusiones entre académicos y artistas, logrando convertirse en un proyecto de Estado. Hacer presente la imagen de México a través del arte (tanto al interior del país como al exterior) fue uno de los objetivos de Obregón. Impulsados por José Vasconcelos, primero como jefe del Departamento Universitario y, después, como Ministro de Educación Pública, los pintores se convirtieron pronto en líderes intelectuales. Acevedo anota cómo, durante los primeros años la distinción entre el arte popular y el arte prehispánico no fue evidente, de modo tal que predominaron artistas tales como Adolfo Best Maugard, Jorge Enciso, Roberto Montenegro, y el Dr. Atl. Tiempo después fue ganando terreno la idea de un arte nacional vinculado con el arte prehispánico propugnado principalmente por Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros; por lo tanto, lo nacional se ligó a los sectores populares, a sus fiestas y creaciones artísticas. La formación del Sindicato de Obreros, Técnicos, Pintores y Escultores (SOTPE), a finales de 1923, trajo consigo un cambio en la concientización de los artistas y, por ende, nuevas rutas en los contenidos de sus obras. Motivo por el cual los conflictos con las ideas filosóficas del ministro Vasconcelos se acrecentaron. Es así que el nacionalismo no sólo se consolida como factor ideológico del Estado, sino que se adopta como práctica política de unidad. A lo largo de su texto, Acevedo anota los cambios ocurridos en el uso de palabras clave usadas en aquel entonces, tales como “decoración”, “renacimiento”, “ornamentación”, incluso “arte nacional”. Trátase, pues, de un lenguaje que conlleva a concepciones especificas; más aún, la autora destaca que, durante este cuatrienio, la palabra “muralismo” aún no se implementaba.