André Salmon (1881-1969), crítico francés, escribió este texto para acompañar la exhibición de las pinturas de Carlos Mérida (1891-1984) expuestas en la Galerie de Quatre Chemins de París en 1927. Salmon ve al joven Mérida como parte de una generación de artistas americanos que había revitalizado el ambiente artístico de París, en ese período de tiempo necesitado de un nuevo impulso innovador. Según la opinión del crítico, Mérida era capaz de adaptar el lenguaje decorativo de la pintura, ampliamente empleado y conocido en París, para sus propios propósitos nacionalistas. Los resultados eran sumamente exitosos, según Salmon, quien, en un momento del texto, atribuye a Mérida el mérito de revelar al público parisino el “nuevo Egipto”. No obstante, a Salmon le preocupa la dirección que pueda tomar Mérida con este tipo de pintura y se pregunta de qué forma procederá para pintar más allá de lo “exótico” (que en esa época no tenía connotaciones negativas), y de cómo superará el doble dilema de crear pinturas atractivas para el público “culto” y que al mismo tiempo expresen la propia “raza” de Mérida. Estas pinturas, resultaron sin duda tan atractivas para Salmon y el público parisino porque supuestamente lograban incorporar ambas tareas. Aún así, la pregunta sobre qué tipo de expresión de nacionalismo americano invocaban las pinturas resultaba mucho más compleja y quedaba en el aire.