Manoel Bomfim critica en este texto la actitud de Europa hacia Latinoamérica. Según el autor, esta actitud se debe a la rotunda ignorancia europea sobre los países latinoamericanos. Reconoce que esta postura ha ido cambiando, ya que la región recibe mayor atención en el viejo mundo. Sin embargo, el cambio no es necesariamente para mejor, pues no se ha basado en un estudio profundo de la zona, sino en consejos acusatorios. La mentalidad negativa de Europa trae como resultado el ver a Latinoamérica como el “continente más rico del mundo”, con abundancia de tierras y recursos naturales. Tales riquezas se desperdiciaban sustentando a unos pocos millones de holgazanes, mientras Europa se veía incapacitada de mantener a su inmensa población. Para Bomfim, la ignorancia de los europeos con respecto a Latinoamérica era más que evidente y ejemplifica con la falsa creencia de que las revoluciones acaecidas en el continente se debían al espíritu militar latinoamericano. El autor cuestiona tal idea, y escribe que determinados fenómenos latinoamericanos como el caudillismo eran, de hecho, manifestaciones resultantes de la ausencia de militarismo. Bomfim sostiene que el descontento europeo podía ser más agresivo aún de no mediar los Estados Unidos y la Doctrina Monroe; aunque advierte, también, en contra del “proteccionismo norteamericano”, viéndolo como una amenaza para la autoridad soberana de los países del sur. El autor declara que todos se beneficiarían de una mejor comprensión de Latinoamérica por parte de los europeos, y, en especial, las poblaciones latinoamericanas que se ven mancilladas con el negativo juicio de los europeos. No obstante, Bomfim no cree que la actitud europea sea la causante del subdesarrollo de Latinoamérica. Tras reconocer los problemas propios de la región, el escritor brasileño afirma que el continente es el menos desarrollado de la civilización occidental. Las verdaderas causas de este atraso todavía no se han descubierto y Bomfim no ofrece ninguna explicación factible.