El crítico de arte Martí Casanovas, de orígen catalán y radicado en Cuba, impartió esta conferencia durante el banquete de clausura de la exhibición de arte vanguardista 1927, en la que se exponían obras de Eduardo Abela, Marcelo Pogolotti y Víctor Manuel García, y que fue montada por artistas y críticos asociados a la revista homóloga de La Habana. Publicado el 15 de junio de 1927, en el número de la revista 1927: Revista de avance, la conferencia de Casanovas mostró de forma clara su posicionamiento con los artistas plásticos asociados a 1927 y con el movimiento muralista de México, especialmente [con el trabajo de] Diego Rivera, y con los pintores indigenistas que trabajaban en Lima asociados a la revista de José Carlos Mariátegui, Amauta. Implícito en su crítica del individualismo de los “ultraístas” y “estridentistas” figura su oposición a los movimientos vanguardistas de Ciudad de México, Buenos Aires y demás sitios modelados tras las pautas del futurismo y/o que adoptaron el idioma visual abstracto del cubismo, además de los artistas latinoamericanos estrechamente vinculados con el movimiento ultraísta de Madrid. Esta crítica evidencia que Casanovas participaba en un debate más amplio —librado por críticos y poetas de 1927, Amauta y otras revistas vanguardistas de Latinoamérica durante la década de 1920— sobre los valores relativos del vanguardismo europeo, la abstracción y las fuentes de inspiración indígenas para la creación de un arte americano progresista y moderno. La enunciada ambición de Casanovas de desarrollar un nuevo arte continental refleja también el sentimiento compartido por sus colegas de creer que, ante el declive cultural y económico europeo, América sería el lugar donde los valores fundamentales de la cultura occidental tendrían la oportunidad de volver a nacer.