José Martí comenta aquí una exhibición de pinturas realizada en la Academia de San Carlos y la forma en que esta muestra ha revelado importantes cuestiones sobre las expresiones artísticas más relevantes de la actualidad. El autor comienza advirtiendo que el atrevimiento y la ambición de los jóvenes artistas se pueden frustrar y [luego continúa con] algunas observaciones abstractas sobre la belleza de la naturaleza y sobre cómo ésta se expresa en las artes. Martí sostiene que, en la jerarquía de las artes, donde mejor aparece expresada la belleza es en la música, luego en la pintura (específicamente a través del color) y, por último, en la poesía. Cuanto más expansiva y abierta sea la naturaleza del medio, mejor podrá expresar el espíritu de la belleza. En su reseña sobre la exposición, se centra en los muchos retratos de Escudero y Espronceda que aparecen expuestos, resaltando el más sorprendente de entre ellos, un cuadro denominado la “Virgen de Cordero”. Martí elogia esta pintura por el “vigor” de su trazo y la “originalidad de su paleta” pero, considera que fracasa a la hora de transmitir el misterio de la creación de la virgen porque, tal y como explica, el artista no expresa de forma convincente su propia fe en la ejecución del cuadro. Martí finaliza el texto con la conclusión de que los tiempos de pintar vírgenes ya han pasado en México, y sostiene que lo espiritual y lo místico existe en todos las épocas, por lo que anima a los artistas a buscar en la propia historia de México y en las luchas espirituales de la conquista y de la resistencia indígena para hallar temas contemporáneos relevantes.