En su prólogo al Método de Dibujo, José Juan Tablada lo ubica como un arma en la lucha para instaurar armonía y democracia frente al estado caótico y a menudo autoritario del ámbito artístico. Localiza el proceso que se desata en contraposición al arte “esotérico y suntuario”, vinculado con las Academias y la clase alta, ya que reivindica el arte del “pueblo” como fuente de pureza emotiva y originalidad. Contrapone Tablada, en un resumen histórico, la función social del arte y las artes aplicadas producidas en el país e integradas a la vida en la época virreinal con el auge de un gusto por productos e estilos importados que se fomenta, posteriormente, en el régimen dictatorial de Porfirio Díaz. El articulista nota que en China, Grecia y Japón sí se valoran las artes aplicadas y su función social. Indica que la propuesta de Best Maugard forma parte de una política cultural gubernamental que busca revitalizar estas artes e incorporarlas a la economía nacional, creando así una mancuerna orgánica entre Estado, artistas y el pueblo. Esta servirá para elevar a México como líder artístico y cultural en el continente, frente al creciente protagonismo industrial de los EE.UU. Lamenta que en el país se valoren más los logros bélicos que los logros artísticos y que, por increíble que parezca, estos últimos son más apreciados en Nueva York que en México. Se argumenta la necesidad de una crítica afirmativa y creadora para contribuir a alterar esta situación. En este contexto, Tablada defiende una estética ajena a la representación objetiva, asociando este último con lo fotográfico y lo literario. Finalmente, aboga por un arte que opere al mismo tiempo en función individual, en función nacional y en función universal.