Jean Charlot, a través una serie de comentarios filosóficos, enfatiza lo importante y novedoso que resulta el trabajo de Lola Cueto en sus papeles picados. Cuenta cómo, de una piedra, hay que sustraer partes de ésta para crear algo. Habla de la noción de sustraer de la materia con el fin de obtener mejores resultados, y de cómo —no importando lo humilde del material— se logra una obra de sorprendente calidad. Charlot menciona que la verdadera importancia para el artista reside en el privilegio de poder crear sin preocuparle la permanencia, durabilidad y apreciación de su obra por generaciones venideras. Considera que es importante que se aprecie la obra; sin embargo, para el artista, la creación, la colaboración con el material y dominio de éste, es lo que debe importar y estar en juego. El pintor francés liga las culturas orientales con las prehispánicas no sólo por el hecho de que el “papel de china” es el material de esta obra de Lola Cueto, sino que también habla de una comprensión resignada del tiempo. Es decir, que ambas culturas no diferencian lo efímero de lo eterno: el papel de la piedra; en efecto, tanto lo efímero como lo eterno son parte de lo mismo. Charlot da datos acerca de la cultura prehispánica. Refiere cómo el “papel de amate”, teñido, era hecho guías y orlas que decoraban los templos en las actividades sociales del mundo prehispánico. Más tarde, permaneció en la gente con un uso decorativo, pero en “papel de china picado”, en las casas y calles para recibir alguna imagen religiosa. En su opinión, Lola Cueto posee una profunda comprensión de cada medio que emplea. Su obra es la genuina quintaesencia del arte remoto convertido en arte popular. Después de sus tapices, con los “papeles picados”, dice Charlot, Lola “ahora nos ofrece algo refrescante como lo es un vaso de agua después de haber gustado licores exquisitos”.