Max Benavídez y Kate Vozoff presentan un breve resumen de la historia de los mexicanos de la ciudad de Los Ángeles, centrándose en las formas a partir de las cuales los mexicoamericanos gestionaron la compleja confluencia de las diversas culturas. Los autores sostienen que para transmitir tales condiciones, los artistas chicanos desarrollaron un lenguaje visual basado en diversos antecedentes históricos. La obra del muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, el estilo de la subcultura de los pachucos [jóvenes mexicoamericanos urbanos, también conocidos como zoot suit] y el graffiti, en su conjunto combinaban expresiones culturales aunadas a su resistencia a la cultura dominante. Los artistas, haciendo uso de este tipo de influencias, y colaborando con el movimiento chicano, comenzaron a crear murales comunitarios relacionados con el activismo. Estos trabajos usaban técnicas visuales para transmitir las luchas por la justicia social, ofrecer información histórica y expresar tanto la cultura como el legado chicano. Los autores destacan, incluso, la aparición de colectivos de artistas a principios de los setenta y comentan los divergentes métodos de dos grupos de Los Ángeles: Asco y Los Four. Benavídez y Vozoff sostienen que, hacia 1975, una serie de factores —entre ellos, una mayor desilusión, los conflictos interpersonales y la limitada inclusión de obras de arte chicano en las principales instituciones dominantes— llevó a muchos artistas a alejarse de los trabajos basados el Movimiento Chicano, tanto en el activismo como en la protesta.