Graciela Amador en 1948, muchos años después de que su relación afectiva terminara, relata en cuatro partes eventos su cotidianidad con David Alfaro Siqueiros. El cuarto y último artículo narra cómo, no pudiendo encontrar trabajo Siquieros en la Ciudad de México, fue invitado por el gobernador de Jalisco, José Guadalupe Zuno, para pintar murales en la Universidad de Guadalajara. Trabajo que ejecutó junto con el pintor Amado de la Cueva. Posteriormente, ambos fueron expulsados del Estado por involucrarse políticamente al formar La Confederación Sindical Obrera en aquella región. Amador habla de Hostoquillo, localidad donde se refugió al ser perseguido. Todavía estando en Guadalajara, viajaron a la Unión Soviética en 1927 para asistir como delegado al IV Congreso de la Internacional Sindical Roja. Su relato es ameno y, según parece, Diego Rivera es el personaje importante para el mundo soviético: el que da conferencias y el que es invitado por el comisario de la cultura, Anatoly Lunacharsky. De regreso a México, Siqueiros había sido nombrado secretario de la naciente Confederación Sindical Unitaria de México, único organismo sindical obrero que no recibía órdenes gubernamentales. Al llegar al país, ambos se dieron cuenta de que el gobierno había establecido una guerra en dos frentes; contra los comunistas y contra los cristeros. Entre las víctimas comunistas cayó Julio Antonio Mella.