El texto Miguel Arroyo (1920–2004) deriva de un debate desarrollado en el Centro Cultural Venezolano-Soviético de Caracas (julio y agosto de 1948), con la participación de otros artistas e intelectuales como César Rengifo, Pedro León Castro, Eduardo Francis, Miguel Otero Silva y Héctor Mujica a favor del “realismo” y, del lado del “abstraccionismo”, Mateo Manaure y Luis Guevara Moreno.
En su crítica, el futuro museólogo Arroyo —en la época pintor y ceramista— asume la defensa del arte “abstraccionista”, al que los “realistas herederos de Courbet” considerarían un arte decadente y ajeno a la comprensión del público. El debate constituye quizás la primera discusión pública entre arte de vanguardia y tradición figurativa, ocurrido en Venezuela, dentro de un clima de apertura democrática y tolerancia tanto intelectual como política, entonces facilitado por el régimen del General Isaías Medina Angarita. Es signo de los tiempos dicho debate en el Centro Cultural Venezolano-Soviético; primera confrontación pública que daba inicio a una década de polémicas en torno al arte abstracto, con muchos de los mismos participantes. Culminará en el célebre intercambio epistolar de 1957 entre el periodista y propietario de El Nacional, Miguel Otero Silva, y el pintor abstracto-geométrico Alejandro Otero, quien había fundado el grupo de vanguardia y revista homónima Los Disidentes en París (1950).
El texto de Arroyo fue recogido en una compilación de sus estudios y polémicas realizada por Roldán Esteva-Grillet, y publicada con el título de Arte, Educación y Museología (Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1989) y fue contextualizado junto al de César Rengifo en otra obra del mismo compilador, el tomo II de Fuentes documentales y críticas de las artes plásticas venezolanas: siglos XIX y XX (Caracas: Universidad Central de Venezuela, 2001).