En este ensayo Rupert García, artista y escritor, se centra en dos modalidades vinculables de arte chicano: los murales y los carteles. García declara que los murales y carteles chicanos-latinos surgen de las revueltas sociales de las décadas de sesenta y setenta. Ambas formas solían producirse colectivamente y proyectaban contundentes mensajes culturales, sociales, económicos y políticos. El papel del artista en este contexto era comunicar los asuntos más apremiantes del movimiento a su comunidad. García privilegia el mural sobre el cartel debido a sus grandes proporciones, su singularidad, y por ser más permanentes y proclives a reflejar temas generales tales como la historia de la comunidad, sus luchas, e incluso su esperanza y dignidad. El cartel, por su parte, implica una escala menor, se produce en serie, es efímero y apenas si atrae la mínima atención de los transeúntes para que su mensaje sea leído. En su testimonio de 1979, García concluye que la continua presencia de murales y carteles se debía a la necesidad de comunicación pública en las comunidades con poco acceso a los medios masivos tradicionales. Otras motivación involucraba el espíritu del nacionalismo cultural, el compromiso del artista con el movimiento chicano-latino y tanto la fuerte respuesta como el respaldo de la comunidad al arte público.