El ensayo del profesor Raúl Antelo plantea el lugar de una teoría de los márgenes en la cultura latinoamericana, específicamente en Sudamérica. Dicha cultura siempre fue vista bajo un prisma de exclusión y discriminación, siendo incorporada tan sólo como espacio de lo radicalmente diferente. A su juicio, para volver a pensarla, hay que problematizar la noción de “lugar”, substituyéndola por la de “espacio” (ya sea literario o bien ficcional), trazando así la genealogía de prácticas culturales subalternas que forman un imaginario teórico, contrapuesto a la lógica de una modernidad que reprime o cohíbe. Una de esas prácticas es “la traducción”; procedimiento medular para la literatura modernista (en términos brasileños de vanguardista) latinoamericana cuya poética anhelaba una ontología nacional. Para estas tendencias sudamericanas el objetivo era el de afirmar que se pertenece a la tradición occidental desde un espacio de marginalidad, en un lugar intermedio —Antelo usa “entre lugar” en referencia al texto de Silviano Santiago (1971)—, el cual guarda memoria tanto de la incorporación como de la diferencia. En dicho procedimiento, el llamado “modernismo” sudamericano se apropiaba de lo mejor de la cultura occidental operando contra ella misma a partir de su situación ambivalente, reivindicando, de algún modo, su universalidad. La propuesta de Antelo insinúa que se piense dicha lógica, aunque también de modo inverso y no sólo como “universalidad”, sino como una construcción constante de la diferencia. Bajo esos parámetros, el autor analiza la obra de Jorge Luis Borges, cuyo procedimiento creativo es siempre el de la destrucción del referente original, produciendo así un dislocamiento del modelo. Partiendo de la obra borgesiana, el texto traza una genealogía de la modernidad que opera como “destrucción productiva”; dicha genealogía puede trazarse desde Walter Benjamin, quien ya la había elaborado en la década de los treinta vía las referencias cruzadas de autores sudamericanos.