En este texto del reconocido crítico argentino Jorge Romero Brest se procura intuir la problemática nacional a partir de la comprensión de los más destacados artistas de Brasil; poniéndose el dedo en la llaga sobre las diferencias que operan como juego de fuerzas entre el arte brasileño y el de Chile o la Argentina. En el primer caso, la expresión recae sobre un legado indígena, negro y lusitano, considerando, como inusitada, la ausencia de formas romántico-naturalistas debida al peso de la tradición artística francesa. Romero Brest señala la escasa influencia de la tradición italiana, sorprendiéndose por el salto dado por los pintores a inicios del siglo XX —del academismo alegórico a las formas polémicas de la vanguardia—. Es casi nula la influencia del impresionismo y sus diversos despliegues: el pintor impresionista ítalo-brasileño Eliseu Visconti es la excepción, lo que nos remonta a razones sociales (no estéticas) que desembocan en el movimiento nativista, como en la valoración de la temática negra (iniciada por Visconti) donde se vuelve a descubrir a Antonio Francisco de Lisboa (llamado Aleijadinho). Tal es el momento de la formación de una conciencia nacional, simultánea a la estética emanada del movimiento modernista cuya generación cuaja con la Semana de Arte Moderna de 1922. De esa fusión de rebeldías estéticas y sociales, el crítico considera la obra de Cândido Portinari como el mayor fruto y donde se afirma también la cultura negra. Si comparara su obra con la de Di Cavalcanti, sería imposible esconder la influencia de cuño europeo. Habría, a juicio de Romero Brest, una tendencia hacia lo lineal, que se asocia no sólo al legado expresionista de Lasar Segall sino, también, al influjo académico y percibe una falta de colorismo radical. Considera tanto a Tarsila do Amaral como a Alberto da Veiga Guignard, los primitivistas “no ingenuos”, cuyas obras son sintéticas y bien estudiadas, a diferencia de la producción de la pintora Djanira. El texto concluye con observaciones críticas sobre la obra pictórica de Clóvis Graciano.

Ensayo del autor y crítico de arte argentino Jorge Romero Brest (1905–89) sobre la pintura brasileña de la primera mitad del siglo XX, enfocando su análisis en los nexos entre arte y sociedad, al comentarse las obras incluidas en la exposición itinerante 20 artistas brasileños, llevada a cabo a auspicios del Museo de Bellas Artes de La Plata, Argentina, bajo la organización del escritor brasileño Marques Rebelo (1907–73), del 2 al 19 de agosto de 1945; posteriormente se expuso en Buenos Aires, del 25 de agosto al 7 de septiembre del mismo año. Entre los artistas que participaron de esta muestra se encuentran: Alcides da Rocha Miranda (1909−2001), Aldari Toledo (1915−2000), Roberto Burle Marx (1909−94), Cândido Portinari (1903−62), Cardosinho (1861−1947), Clóvis Graciano (1907–88), Di Cavalcanti (1897–76), Djanira (1914–79), Guignard (1896–1962), Hilda Campofiorito (1901−97), Iberê Camargo (1914–94), José Pancetti (1902–58), José Pedrosa (1915–2002), Milton Dacosta (1915–88), Orlando Teruz (1902–84), Percy Deane (1921−93), Quirino Campofiorito (1902–93), Santa Rosa (1909–56) y Tarsila do Amaral (1886–1973). Romero Brest, un puntal de la consolidación crítica del arte moderno en la Argentina, parte de consideraciones establecidas con anterioridad por el crítico Frederico Barata (1900−62) sobre la influencia de la tradición académica de Francia, que en Brasil data desde la imposición de la Missão Artística Francesa liderada por Joachim Lebreton (a inicios del siglo XIX). El ensayo coteja consideraciones de otros dos críticos modernistas brasileños —Mário de Andrade (1893−1945) y Sérgio Milliet (1898−1966)— sobre los alcances y repercusiones logrados por la generación de la Semana de 1922 [véase doc. no. 781808] y sus vínculos con un movimiento sociopolítico que procura una identidad nacional; al mismo tiempo que se postula la obra de Portinari como elemento nodal en el modernismo brasileño.