Darcy Ribeiro afirma la existencia de una América Latina geográfica, continental, la cual no se estructura como unidad política, ni tampoco lingüística. Para el autor, no hay convivencia sino “coexistencia”; en ella, cada nacionalidad, aislada, sólo vuelca sus intereses hacia las grandes centros mundiales. En cuanto a las matrices étnicas, existiría una mezcolanza donde se absorben la europeización de los ancestrales grupos indígenas, de los negros u otras etnias, con lo cual se tiende hacia una homogeneización no del todo fundida. En los casos en que persisten los índices raciales típicos de los grupos, estos son identificados con cierta condición social de inferioridad llevando, por consecuencia, al prejuicio. La condición ideal sería, a su juicio, la de la fusión total, el mestizo o neo-americano, tendencia que se torna evidente sólo cuando la mirada se proyecta desde afuera del continente. El poder unificador lo forja la formación colonial nuestra, amén de la prosperidad y la violencia, venidas en el meollo del colonialismo que nos impuso lenguas y costumbres por medio de una clase administradora volcada siempre hacia el exterior. La expresión “América Latina” sería significativa sólo si se plantea como antagonismo a lo anglo-americano; o sea, por la posición de pobreza y dependencia económica, subdesarrollo y atraso condicionados por el propio proceso de civilización impuesto a través de la expansión ibérica. Simplemente, eso habría convertido a la América Latina en algo singular y homogéneo ante el mundo, operando como una identidad macro-étnica, cuyo destino podrá ser, eventualmente, una entidad política supranacional.