Tal vez como un indicio del principio de la Guerra Fría, y siendo inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, el debate en torno a la organización de un Congreso Continental de Cultura en las Américas estriba, sobre todo, en mensajes de paz y de colaboración entre países. La idea surge a partir de la experiencia de la poetisa chilena, en 1925, como representante latinoamericana ante el Institute of Intellectual Cooperation, en Ginebra, en la entonces Liga de las Naciones (actual ONU). En la carta —firmada por escritores, artistas, actores y profesionales liberales del Brasil— se habla de la “formación de un clima propicio al recíproco conocimiento y amistad” entre naciones (latino) americanas, ya sea poniéndose en destaque la necesidad de un “fraternal debate” para ponderar la actividad intelectual, o bien como “legítima expresión” de los pueblos del continente. El congreso en cuestión, finalmente se realizaría el año siguiente (1953) en Santiago de Chile, teniendo como coordinadores a dos poetas chilenos, Gabriela Mistral y Pablo Neruda, además del muralista mexicano Diego Rivera.
Gabriela Mistral (1889?1957) fue merecedora del Premio Nobel de Literatura (1945); hecho que la convirtió en la quinta mujer y el primer escritor latinoamericano en obtener ese gran reconocimiento internacional.