Dorothy McMeekin pondera los conocimientos de Diego Rivera sobre ciencia y tecnología así como la aplicación de estos saberes al conjunto del diseño creativo y temático del ciclo muralista intitulado Detroit Industry en el Detroit Institute of Arts, obra hecha entre los años 1932 y 1933. McMeekin argumenta que el ciclo muralista sigue un patrón ecológico de acuerdo al cual la vida se centraliza —con el ser humano ya sea creando o bien destruyendo vida— amén de temas que tratan sobre enfermedades, industria y la guerra, los cuales, a la vez, se sustentan en procesos industriales y biológicos. Al proporcionar un análisis científico de los contenidos de ciertos frescos de su elección, tales como Célula de germen, Vacuna, Embrión humano sano, Industria farmacéutica, Cirugía, sulfuro y potasio y Transportes, la autora desentraña el simbolismo, las metáforas y analogías usadas por el muralista en su conjunto. McMeekin reconoce la capacidad de Rivera para ilustrar con precisión dichos procesos mediante analogías alusivas a mecanismos tecnológicos modernos y a la visualización de aspectos del saber científico contemporáneo sobre el mundo natural, tales como las estructuras celulares y la división celular. En última instancia, McMeekin llega a dos conclusiones que se vinculan: aunque desde dos temas drásticamente distintos: Rivera y Henry Ford compartían una idea ecológica de la tecnología y que, a pesar de ser un entusiasta de la ciencia, Rivera expresó sus dudas en los murales de Detroit en cuanto a que la ciencia se estuviera empleando para crear una sociedad mejor.