El ensayo de Ricardo Pau-Llosa analiza a seis generaciones de artistas cubanos modernos y contemporáneos, y evalúa las obras que abordan los temas de alienación y desarraigo. Según Pau-Llosa, la primera generación (década de veinte) incluye a los fundadores del modernismo cubano que viajaron a Europa y fueron influidos por el cubismo, el surrealismo y otros movimientos parisinos, pero que no obstante se interesaron en crear obras que rebosaban de “cubanidad”. Como ejemplo, cita los trabajos de Víctor Manuel García, Amelia Peláez del Casal, Fidelio Ponce de León y Carlos Enríquez. La segunda generación emergió durante los años cuarenta y modificó el “léxico cubano explícito de la primera generación”. El autor incluye en esta generación a Cundo Bermúdez, René Portocarrero, Mario Carreño, Carmen Herrera y Daniel Serra-Badué. Sostiene, además, que esta generación produjo la primera obra verdaderamente abstracta de Cuba. La tercera generación surgió tras la II Guerra Mundial a partir de dos importantes movimientos nacidos en La Habana, el Grupo de los Once y el Grupo de los Diez Artistas Concretos. A seguir, Pau-Llosa escribe sobre varios artistas de esta generación en particular. La cuarta generación identificada por el autor incluye a aquellos artistas cubanos que trabajan en el exilio después de la revolución de 1959 y compara sus obras con la de anteriores artistas cubanos que trabajaban en el extranjero. La quinta y sexta generación incluye a los artistas que residen en Miami, los cuales emigraron de la isla de pequeños y cuyos trabajos están marcados por la dualidad cultural. Por último, Pau-Llosa trata sobre diversos artistas de estas dos últimas generaciones.