José Clemente Orozco no publicó caricaturas políticas después de la Decena Trágica de 1913. El apartado menciona ampliamente la transición, en las postrimerías del siglo XIX, del fin de la prensa tradicional a la eficacia del periodismo comercial moderno, amén de la sobrevivencia de la “prensa pequeña o “prensa de cuartilla” en la cual también participó Orozco. Sobre todo hacia la mitad de 1914 —cuando ya el usurpador Victoriano Huerta había renunciado a la presidencia—, al editar un periódico de “a cuartilla”: El Malora (él era ilustrador, armaba sus caricaturas y aparecía como Director). Dichos periódicos se llamaban a sí mismos “prensa pequeña” o “prensa de a cuartilla”: satíricos, plagados de calembours, irreverentes, dirigidos a la clase obrera (La Araña, El Chile Piquín, La Guacamaya, El Diablo bromista, entre otros). Aunque se trataba del descenso a los arrabales, Orozco sabía muy bien mantener su postura de espectador; sobre todo en las crónicas donde sus modelos literarios son más sofisticados y elegantes. En cambio, sus caricaturas, subidas de color, hablan de una ávida demanda sexual. Son caricaturas sociales referentes a la moral pública, pero no porque su ubicación sea explícita o realista. Aunque es posible localizar el espacio dibujado, ya que el estudio de Orozco estaba en la calle de Illescas, una zona de prostitución en la ciudad.