En la primera entrega (de un total de once publicadas, del martes 17 de febrero al 8 de abril de 1942) se señala que: “debemos advertir que el celebérrimo muralista, nunca, según el mismo nos lo ha declarado, había jamás, antes de ahora, accedido a relatar su propia vida”. José Clemente Orozco (1883-1949) contaba ya con casi sesenta años, cuando se decidió a dictarla en forma de artículos. Se trata, más bien, de una amplia recopilación de ironías, paradojas, retratos hablados, anecdotario de política, historia, literatura, cultura ética. Antecedente de esta autobiografía selecta sería lo que Justino Fernández menciona sobre Orozco; quien, en su consideración, empezó a redactar algunos artículos en 1945 sobre su niñez en Guadalajara, aunque años después los haya destruido. El grupo de alumnos, encabezado por el Dr. Atl —Gerardo Murillo (1875-1964), personaje que Xavier Moyssén considera como fundamental en la vida de Orozco—, consiguió, por parte de la Secretaría de Instrucción, el recién construido anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria para decorar sus muros. La vorágine revolucionaria anunciaba su inicio oficial el 20 de noviembre, el mismo mes en que los alumnos preparaban exponer su obra. Pilar García de Germenos, en el catálogo de la exposición 1910: el arte en un año decisivo; la exposición de artistas mexicanos [1991] argumenta que, al pintar los murales en la Escuela Nacional Preparatoria, Orozco y sus compañeros tal vez hubieran puesto sus pinceles al servicio del porfiriato. La revolución interrumpió sus planes; motivo por lo cual no se podría considerar a tal hecho como precursor del muralismo. Lo cierto es que Orozco tendrá que trabajar como caricaturista en El Hijo del Ahuizote, publicación de oposición al régimen maderista. En ella define claramente su postura ante la revolución.