Vicente Lombardo Toledano señala que, sin juzgar el significado político de la construcción de Ciudad Universitaria, su artículo tiene como objetivo anotar ciertos errores en el proyecto, que si bien son menores, reflejan la decadencia ideológica que se vive en esos momentos históricos. Se refiere, brevemente, al origen de la Revolución Mexicana, sus principales ideales y la manera en que los diversos agentes sociales participaron en la construcción de un nuevo país a partir del fortalecimiento de la educación. Narra cómo los pintores fueron pieza clave en este proceso de modernización posrevolucionaria y cómo el muralismo, de aquella época, tuvo la función de borrar el pasado pseudocolonial y pseudofeudal, ayudando así, por ser un arte público, a la nueva concepción de la vida mexicana. Para Lombardo Toledano, la pintura mural es obra de arte porque refleja con realismo la necesidad del pueblo, alcanzando un nivel universal en tanto que es esencialmente mexicana por su contenido. Además, señala que no es una obra que pase desapercibida; o es censurada o es defendida con empeño por aquellos que la ven como parte de una batalla histórica. Para abordar el tema de la Ciudad Universitaria (recinto de la UNAM), primero menciona la buena labor de los arquitectos participantes en el magno emprendimiento. No obstante, anota que el conjunto da la impresión de un pequeño poblado construido analíticamente y no de forma sintética, por lo que no se entrevé la relación entre el conjunto arquitectónico y la evolución del país. Sobre la obra mural, comenta que se esperaba una continuación del muralismo de los años veinte, que de algún modo u otro, lo superaría tanto en contenido mexicano y universal como en la técnica. Según Lombardo Toledano, la obra mural realizada en Ciudad Universitaria no mejora plásticamente la arquitectura, sino que le quita significación. De forma tal que las llama “tobilleras deformes de pesados mosaicos” con temas absurdos o cuadros de caballete colgados en las fachadas, entre otros desafortunados calificativos. El autor señala que —en cuanto al problema de integración— tiene la confianza de que David Alfaro Siqueiros lo resolverá, satisfactoriamente. Sobre el mensaje al pueblo de los murales, le llama la atención que sobre la orientación de la cultura, la lucha por la liberación de México del imperialismo o la batalla del progreso humano que está a punto de desaparecer, los artistas, siendo algunos de ellos combatientes revolucionarios, no tengan nada que decir y prefieran trazar signos abstractos, figuras inofensivas o símbolos convencionales.