Gabriel García Maroto (1885-1969) pintor, escritor, editor, crítico de arte y amigo del grupo Los Contemporáneos era de origen manchego y se radicó en México. Se trata del único ejemplo de su desempeño como muralista en el país (ya antes había colaborado como dibujante y grabador para la revista Contemporáneos y la primera edición de la novela Los de abajo de Mariano Azuela). Junto con el norteamericano Pablo O’Higgins (1904-83), ambos fueron aquellos extranjeros que incursionaron en la aventura de las escuelas funcionalistas. En su libro posterior intitulado Hombre y pueblo (1940), García Maroto sintetiza sus propuestas artísticas y literarias en relación a México: “las grandes masas ignorantes, mediatizadas por la pobreza y de la necesidad de una justicia más sensible, todo ello como la necesidad de una escuela nueva, activa, vinculada con la realidad, difundidora del saber verdadero para aspirar hacia un vivir dependiente, solidario, común en deber y querer”. Su obra fue un tributo plástico hacia el país que le dio refugio político y en donde, finalmente, moriría con “mi gran amor por esta tierra y mi sincero interés en la solución de sus problemas actuales”. Después de su viaje a Cuba, con su experiencia en las escuelas al aire libre y su postura a favor de la niñez, fue invitado a participar en la decoración de escuelas realizadas por Juan O’Gorman. Así en la Escuela “Francisco Giner de los Ríos” (Isabel la Católica, 370), realizó su único mural en México. La importancia hacia la niñez se mantuvo, ya que, en 1932 y con el apoyo del Sr Presidente Lázaro Cárdenas (1934-40), fundó escuelas de acción artística para la niñez en Michoacán. En 1934 volvió a España y, durante la Guerra Civil, fue subcomisario general de propaganda. Cinco años después, García Maroto retornó a México como refugiado, procurando establecer su residencia definitiva.