El pintor es un artista mexicano poco conocido, y muchas veces confundido con su contemporáneo Ramón Alva de la Canal. Alva Guadarrama, a su vez, nació en 1892. Diego Rivera (1886-1957) lo recuerda como "el fue en realidad quien me enseñó a mi y a los demás la manera mexicana de pintar al fresco". Antes de esta obra individual, el pintor veracruzano Alva Guadarrama colaboró en la decoración de la SEP, la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo donde tal vez retomó la idea de integrar la arquitectura con la pintura. En la escuela funcionalista siempre se aprovechó la claraboya de iluminación y ventilación para manejarla como si fuera el sol o la luna de su paisaje —la cual ilumina, en este caso, a una mujer recostada. El fresco conservado lo forman 30 figuras del lado izquierdo y 20 por el lado derecho, quedando el espacio central para las tres imágenes centrales. Al igual que otras obras se propician varias lecturas. La primera es elemental y alude a la importancia de la enseñanza a los sectores pobres de la población, del crecimiento cultural (tareas fundamentales del México postrevolucionario). El articulista interpreta la otra lectura que nos remite a símbolos masónicos como el círculo, el libro abierto, el altar, el compás abierto a 45º correspondientes al Octavo Nivel (aquel donde la materia no está completamente dominada). Todo lo anterior conduce a la sacralización del acto de la enseñanza al través de la luz del conocimiento. Los elementos de tierra y cielo se unen con el árbol de la vida, de la regeneración, crecimiento y protección. Por lo tanto: "nos encontramos ante el proceso ineludible del desarrollo y enfrentamiento a diversos aspectos de la vida desde el niño protegido por sus padres, su transferencia y transformación en la educación, hasta su final liberación como servidor de la patria".