Damián Bayón realiza una extensa lectura sobre el cubismo a raíz de una exposición realizada en el Musée d’Art Moderne de Paris, entre el febrero y abril de 1953. Antes de adentrarse en consideraciones puntuales, explicita su perspectiva de análisis. Plantea que el problema no puede reducirse a escuelas, subescuelas ni tampoco a artistas, sino, más bien, “[al] … repercutir de esa nueva concepción del espacio, del tiempo, de la realidad en un amplio sector de pintores”. En este sentido, señala que “ni la historia del Arte ni los artistas son discontinuos” y que, por lo tanto, los problemas mostrados por un nuevo vocabulario plástico —“una nueva estimación del mundo”— poseen su historicidad. Propone, por lo tanto: “pensemos en cada término de la historia como un complejo de infinidad de fuerzas … [y que,] aplicado al arte, este criterio complejo y armónico de las relaciones humanas en la captación de un momento o problema nos evitará el peligro de una concepción puramente visual [sic] y el […] de las correspondencias [sic] que han sido causantes de tanta literatura”. Esta posición crítica es subrayada al final del artículo cuando menciona a sus referentes intelectuales: Georg Schmidt, Pierre Francastel y Jorge Romero Brest, los cuales “simbolizan”, según Bayón, “la tendencia a replantear los problemas y analizarlos bajo una luz distinta…[basada] en un conocimiento de lo que las otras ciencias investigan”.