Las quejas del filósofo español radicado en México, José Miguel García Ascot (1927-86) deben enmarcarse en los sucesos de la reciente Bienal Interamericana de Pintura y Grabado celebrada en México. Organizada por el INBA, en ella se privilegió exclusivamente a la denominada Escuela Mexicana de Pintura, corriente en la que se agrupaban todos aquellos quienes —en nombre de la Revolución de 1910— proponían una figuración de supuesto compromiso social. El evento dio pie a largas discusiones periodísticas entre los miembros y defensores del rígido oficialismo y quienes se apartaban de esos lineamientos. García Ascot se encuentra entre éstos últimos y se siente acicateado para protestar por la nueva selección que representa oficialmente al país en la prestigiosa Bienal de Venecia. A su parecer, los artistas más representativos de México en aquel momento son: Juan Soriano, José Luis Cuevas, Lilia Carrillo, Pedro Coronel, Fernando García Ponce y Manuel Felguérez; sintomáticamente, ninguno de ellos fue invitado a participar en las bienales. Sus argumentos defienden una noción artística de lo nacional, pero integrada "a la actual pintura mundial"; esto es, en lugar del "pomposo monólogo de viento, de ruinas y de polvo" que implica la retórica plástica de la obra amparada por el Estado. Los artistas que Ascot propuso como los más representativos forman parte de la que hoy se conoce como la "generación de Ruptura", protagonistas del quiebre radical frente a aquella política oficial, a la que contribuyeron notas como la presente.