Dice el texto: “Estos artistas no presentan las debidas credenciales de sus méritos y ‘se les acepta aquí’ debido a un pernicioso proteccionismo, así como por acciones en las que cunden rumores o escándalos; a los que su propia excentricidad los obliga para la criminal obligación de endilgarnos sus esperpentos, aquí, entre nosotros”.
En consideración del IPA, dichos arquitectos denominados “futuristas” serían los exponentes de una corriente “antiestética”. Y continua el texto: “Siempre que el utilitarismo predomine en una determinada construcción, ésta no puede considerarse ‘obra de arte’, sino, tan sólo, un mero producto de la industria o de la ingeniería; en otras palabras, de arte constructivo que no es exactamente arquitectura”. La posición del IPA, al respecto, es contra las definiciones (divulgadas en los escritos de Le Corbusier) tales como “la máquina para vivir” o “casas mecánicas” con las cuales se designan las obras modernas.
El principal acusado de encabezar la tendencia “futurista” es, obviamente, Lucio Costa, entonces el director e innovador del plan de estudios en la etapa de modernización de la Escola Nacional de Belas Artes (ENBA) en Río de Janeiro. La impugnación proviene de São Paulo donde el IPA identifica entre su radical profesorado a arquitectos y a artistas: Alexander Buddeus, Gregori Warchavchik, Celso Antonio, Leo Putz, Felipe dos Santos Reis, Mello e Souza e Edson Passos.