El movimiento Pau-Brasil —[Palo-del-Brasil, como la madera de exportación durante el período colonial, 1530?1822]— reúne obras de Oswald de Andrade y de la pintora Tarsila do Amaral (su esposa en aquella época), así como del poeta de origen suizo Blaise Cendrars. En 1924 se hace su lanzamiento a partir de un viaje a las ciudades históricas del barroco mineiro (Minas Gerais), realizado por un grupo de adeptos al arte moderno, el cual se identifico después como caravana del “descubrimiento del Brasil”. En dicha época y en busca de un tenor primitivo o cuño local, el “modernismo” brasileño se identifica no sólo con la cultura indígena, sino también con el propio escenario rural de los estados de São Paulo y de Minas Gerais. Además de seguir tendencias del ámbito internacional, el grupo se identifica con el tratamiento plástico al modo “caipira” [de interior, rural, ranchero]. Tarsila do Amaral (1886?1973) había sido alumna en París de André Lhote (1885?1962) aunque guarda una influencia indisfrazable de Fernand Léger (1881?1955) en algunas pinturas al óleo de esa década.
A su vez, Mário de Andrade (1893?1945) es un escritor vertebral del “modernismo” en Brasil, si se considera una obra medular del mismo año que su ensayo sobre “Tarsila”: Macunaíma: o herói sem nenhum caráter (1928) [versión hispanoamericana de Héctor Olea, Macunaíma (Barcelona: Seix Barral, 1977; Barcelona: Anagrama, 2005)]. En esta novela-rapsodia, el autor realiza una “desgeograficación” del vastísimo territorio brasileño —según indica en sus dos prefácios (inéditos)— ya que el libro conjuga hablas, términos, flora y fauna unidas sólo por la invención. Invención que él subraya en el texto “Tarsila” al identificar, en ella, “una imaginación creativa al servicio de una cultura inteligente y crítica”. Una de las características más notables de esa postura antropófaga cultural del grupo paulista es un anhelo de nacionalidad, aunque más flexible; esto es, aquella que asimila todo tipo de carga cultural, pero sin dejar de devorarla. En ese sentido, y sin prejuicio ninguno como él señala, la pintura de Tarsila do Amaral bien puede asumir la autorreferencialidad del cuadro, igual a esa “esencia plástica que la pintura requiere para ser pintura”.