El presidente de México, Miguel Alemán Valdés (1946-52) estaba muy interesado en estrechar relaciones con el mundo entero. En respuesta a las invitaciones y al interés por conocer el arte mexicano en Europa, el primer mandatario, conjuntamente con el Secretario de Educación Pública, Manuel Gual Vidal recomendaron al compositor y director del INBA, Carlos Chávez, se estudiaran las posibilidades de llevar a cabo una gran exposición de arte mexicano. Fernando Gamboa fue nombrado responsable del evento. En funciones públicas y como museógrafo, se dio a la tarea de difundir y promover la cultura mexicana a nivel internacional. Organizó magnas exposiciones dirigidas a las más importantes capitales del continente americano y europeo, buscando la proyección del arte mexicano hacia el extranjero como una de las políticas culturales apoyadas por el gobierno federal. Tal práctica se convirtió en una de las tareas más significativas de Gamboa quien, mediante un discurso unificador, diseñó museografía de rasgos nacionales, caracterizada por la exaltación de valores que permitirían conocer la idiosincrasia y el gusto del mexicano, la cual, según Gamboa, oscilaba entre dos tendencias; por un lado, la sobriedad y la rigidez y, por el otro, la generosidad de las formas. Por lo que la obra de arte debía exhibirse para presentar la esencia de su estilo, convirtiendo así el arte en la necesidad espiritual capaz de expresar la sensibilidad popular. Gamboa pensaba que, mediante esta exposición, México ofrecería al “mundo su gran pasado y un sentido nuevo del arte que tiene que ser utilísimo para su evolución universal, o sea ese renacimiento del arte figurativo, el novorrealismo, que es una interpretación de la realidad impregnada de honda significación humana y social con perfiles originales, nuevos en una palabra”. A su juicio, la pintura mexicana debía responder a su carácter nacionalista, figurativo y realista.