Carlos Mérida constata que fue Filippo Tommaso Marinetti quien lanzó el manifiesto futurista, movimiento que tiene como principio el dinamismo en su más amplia concepción. Para el pintor, tanto el futurismo como todas las escuelas artísticas, en la práctica no da un resultado definitivo en cuanto a expresión de su época. Comenta que esta tendencia, siendo la más revolucionaria, ha llegado a cometer errores lamentables por su espíritu de destrucción y de renovación. Al citar ciertas ideas del escultor Umberto Boccioni y confrontándolas con algunas de sus piezas, el pintor guatemalteco señala que la teoría es excelente, no obstante los resultados atroces. Para Mérida, el arte plástico no puede prescindir de la forma, a diferencia de la creencia de los futuristas. Indica que Gino Severini logró mejores resultados y como ejemplo menciona su cuadro El Café donde el pintor tuvo que recurrir a cierta técnica impresionista para dar mayor sensación de movimiento. Incluso menciona que Madame Valentine Saint-Point dio a conocer en París y Nueva York su ballet futurista La Metacoria y que su manifiesto futurista de la lujuria le ha dado, dentro de los círculos europeos de vanguardia, una notoria popularidad. Reproduce de este manifiesto algunos puntos y su artículo concluye diciendo que cada raza tiene su propia expresión artística por lo cual, universalizar el pensamiento artístico como lo pretende el futurismo, es imposible. Sin embargo, Mérida acepta que, a pesar de las aberraciones de algunos de sus seguidores, esta tendencia proporcionará un granito de arena para el arte del porvenir.