En la prensa del Porfiriato (1876-1910) se da una velada presencia de la diversidad sexual. Sin embargo, fue a partir de 1901, debido a la escandalosa redada en un baile clandestino donde fueron detenidos 42 hombres, muchos de ellos vestidos de mujer, que el tema cobró relevancia. A partir de esa noche, dentro de la cultura mexicana, decir “cuarenta y uno” fue referencia tanto de homosexualidad como índice de intolerancia. A través de retratos y caricaturas, artistas como Diego Rivera (1886-1957), José Clemente Orozco (1883-1949) y Antonio Ruiz (1897-1964) ridiculizaron y atacaron el afeminamiento de cierto sector de la cultura en México. Esta es la última noticia, en 1901, del baile de Los Cuarenta y Uno. En una atenta lectura a las noticias publicadas sobre este suceso, enlistamos, en forma alfabética, los diferentes adjetivos que se les dieron a “Los cuarenta y uno” en la prensa de la época: afeminados, ajembrado, anfibios, bichos, bribones, canallas, chulos, entes, frescos, jotos, maricas, maricones, mimis, mariquitos, monas, mujeres, pepitos, perjumaos, pervertidos y pollos. La imaginación de redactores y articulistas no tuvo límites. Acudieron a términos de uso común y añadieron otros de su propia varia-invención para la burla y el escarnio, pero dejaron plasmada en el fondo una intuición: la sociedad no es ajena a la diversidad sexual. Se necesitaba de denominaciones para convivir con ella, asumirla como parte de su realidad, según se señala en el artículo de Juan Jacobo Hernández “Vocabulario” publicado en Nuestro cuerpo. Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (julio de 1980) y en la tesis inédita de Juan Carlos Cortés Lara: El lenguaje homosexual: un acercamiento léxico (1989).