El ámbito teatral comenzó a ser objeto de ataques homofóbicos. En las zarzuelas y revistas era común que los actores y actrices se vistieran con ropa del sexo contrario; sin embargo, a partir del baile de Los Cuarenta y Uno, en 1901, El Popular afirmó que una de las razones de la inmoralidad imperante se debía a los espectáculos ofrecidos en los teatros de la época. En 1902, al celebrarse las cien representaciones de la zarzuela Enseñanza libre de Perrín y Palacios, los actores aparecieron con papeles cambiados, costumbre que desde cincuenta años antes se practicaba en los escenarios capitalinos. Ciertos periodistas calificaron el espectáculo de "repugnante", insultando a los actores, a la empresa y al público, y diciendo que el cinismo de las Moriones (empresarias de dicho espectáculo) había llegado al colmo, puesto que se ensayaba una zarzuela de autores mexicanos intitulada, precisamente, Los cuarenta y uno. El apoderado de las empresarias se apresuró a desmentir a los periodistas, recordándoles que siempre se habían celebrado las cien representaciones de las comedias y zarzuelas en aquella forma. Así que el público nunca se había sentido ofendido ni había protestado. Se negó en forma categórica la posible presentación de una zarzuela con ese título. De cualquier forma, las Moriones no volvieron a presentar ningún espectáculo con "papeles cambiados" para no exponerse a la clausura de su teatro ni a ser enviadas a Yucatán. A través de retratos y caricaturas, artistas como Diego Rivera (1886-1957), José Clemente Orozco (1883-1949) y Antonio Ruiz (1897-1964) ridiculizaron y atacaron el afeminamiento de cierto sector de la cultura en México.