El Popular, diario amarillista, no pudo dejar pasar la escandalosa redada del baile clandestino de los Cuarenta y Uno, como un hecho público altamente comercializable desde muchos puntos de vista. En él intervenían jóvenes de la alta sociedad capitalina —o relacionados con autoridades políticas— disfrazados de mujer. Tal fue el caso del rumor de que un familiar del presidente Porfirio Díaz estaba implicado en el asunto. Además, se omitieron los nombres propios de casi todos ellos, quizá los que se hicieron públicos fueron falsos o eran los de personas que carecían de recursos económicos. Se estableció así el aparente “delito” (más moral que legal), ya que se pensaba que abjurar de la virilidad y extraviar los instintos naturales era todo lo contrario a la obligación de cumplir la reproducción y educación de los hijos. Lo legal se olvidó, ya que en México, desde que existen estatutos constitucionales, nunca ha sido delito ni impedimento legal la homosexualidad o la conducta afeminada. A partir de esa noche, en la cultura mexicana, decir “cuarenta y uno” fue referencia tanto de homosexualidad como índice de intolerancia.A través de retratos y caricaturas, artistas como José Guadalupe Posada (1852-1913), Diego Rivera (1886-1957), José Clemente Orozco (1883-1949) y Antonio Ruiz (1897-1964) ridiculizaron y atacaron el afeminamiento de cierto sector de la cultura en México.