En la prensa del Porfiriato (1876-1910), las noticias sobre “marimachos” o “fracasados” (así denominaban a los homosexuales) eran frecuentes. Ante las investigaciones de escritores como Miguel Capistrán, Robert Mckee, Carlos Monsiváis, Salvador Novo, Luis Mario Schneider, por sólo citar algunos nombres, sabemos que la diversidad sexual en el siglo XIX no era tan novedosa. Dos ejemplos: Mckee —con su ensayo "El Periquillo sarniento y sus cuates: el ‘éxtasis misterioso’ del ambiente homosocial en el siglo diecinueve” y en su libro The trials and tribulations of los hijos de la chingada: mexican masculinities, 1810-1960— analiza la presencia de la homosexualidad desde inicios del siglo diecinueve. En la noticia, un sacerdote acepta, sin cuestionamientos morales ni escándalo público, el hermafroditismo. Situación que, en la actualidad, continúa sumergida en medio de la polémica. Tal es el caso de la novela de Luis Zapata La hermana secreta de Angélica María donde se demuestra que la ignorancia, los tabúes sociales y los prejuicios son factores que impiden aceptar el hermafroditismo de manera natural en México. Por otra parte, en las artes plásticas, artistas como José Guadalupe Posada (1852-1913), Diego Rivera (1886-1957), José Clemente Orozco (1883-1949) y Antonio Ruiz (1897-1964) ridiculizaron y atacaron tanto el afeminamiento como las tendencias masculinas de cierto sector de la cultura en México.