Este es el segundo artículo de tres entregas que realizó el crítico de arte Antonio Rodríguez. La continuidad la logra avanzando en el tiempo con el planteamiento de los primeros momentos del periodismo ilustrado en México. Retoma algunas ideas del primer ensayo dándole continuidad al plantear que las ilustraciones pasaron del grabado en madera al grabado en cobre, para arribar al uso inicial de la litografía por Claudio Linati en la revista Iris, en el año de 1826. En esa revista se trabajarán diferentes géneros gráficos: el retrato de héroes y las estampas de la moda. Se señala cómo, por primera vez en el periodismo mexicano, se presentan diversas notas musicales, litografías de canciones y valses de moda. Con el auge de la litografía surgirá la posibilidad de ilustrar, también, una serie de temas novedosos que abarcarían tanto al periódico como al libro. La aparición de un género periodístico de gran fuerza combativa, de raigambre popular, con un fuerte acento satírico e importantes planteamientos plásticos da paso al surgimiento de grandes caricaturistas. El autor narra la presencia de caricaturistas de la talla de Escalante en La Orquesta, de Villasana en El Ahuizote, de Santiago Hernández, Iriarte, y otros, cada uno con un sello muy característico. Por su parte, la prensa recibe un fuerte impulso con la creación del periódico El Imparcial, de Reyes Spíndola. Ahí empiezan a utilizarse dibujos fotográficos diariamente con los lápices ágiles de Carlos Alcalde y Olvera, siendo, sin duda, uno de los auténticos reporteros gráficos del ayer. Antonio Rodríguez detalla cómo, poco a poco, tales narraciones dibujísticas fueron abriendo el terreno para la fotografía periodística. Por otra parte, el autor narra la manera en que el periodismo popular cobró auge con el trabajo de José Guadalupe Posada y de Vanegas Arroyo, su editor, a través de las Gacetas Callejeras que, al decir del autor, se vendieron cerca de un millón de ejemplares. Es con Posada, con quien el periodismo popular, las hojas volantes y los corridos cobran su mayor auge, antecedido en Yucatán por Manilla y por Picheta. El artículo cierra enalteciendo la obra de Posada, uno de los más importantes dibujantes y forjadores de la imagen del siglo XIX.