El documento se enfoca en la disciplina de historia del arte en la América Latina. A juicio de la autora, existen dos tipos de historias del arte: una, la gestada por los investigadores independientes y las universidades del continente; y, la otra, enarbolada por museos y críticos europeos o independientes, los cuales ignoran de hecho la bibliografía local. El obstáculo que se le presenta a esta última es tanto el desconocimiento del idioma como la consulta de las fuentes. La autora, Aracy Amaral, hace un comentario sobre la ambigüedad que detenta el término “arte” a lo largo de la América Latina; reconociendo, sin embargo, la formación de una identidad colectiva, así como la naturaleza “híbrida” de las diversas culturas en juego. Por otra parte, se cuestiona el uso del término “arte latinoamericano” como si se tratara de un conjunto homogéneo. El texto pone en destaque los momentos de choque: los [inherentes a las variantes de proyectos] constructivos, el arte emanado de las décadas de los sesenta y setenta, así como la influencia del muralismo [mexicano a lo largo del continente]. La autora postula una segunda hipótesis, cimentada en los polos que establecen un nexo en común; o sea, temas o puntos de partida comunes o intrínsecos. Amaral es de la idea de que un enfoque vía géneros no sería el pertinente. Ejemplifica que un tipo de multiculturalismo es apto a discutirse dentro de los parámetros de lo suburbano, de lo afro o de lo oriental. Finalmente, los modernistas son vistos por ella como “reinventores” de una vanguardia primitiva, según la cual “vale todo”. Hace sentir su contrariedad ante la existencia de una disciplina, específica, de arte en Latinoamérica.