En este aguerrido texto se habla de la inauguración de la Exposición Bienal Hispanoamericana (1951) en el Madrid de Francisco Franco. Fue organizada desde el núcleo del gobierno fascista del Caudillo por la Gracia de Dios, con el fin de que participaran los artistas más reaccionarios y “trasnochados” —esto refiriéndose a su inconsciencia política, económica y social. La crítica se encamina hacia el descrédito total de aquellos que formarán parte de la muestra, pues representan tanto a la vieja y anquilosada escuela academicista como a la tendencia “moderna” de los abstraccionistas y formalistas; sin duda, protegidos por los opresores del pueblo español. Aborda, asimismo, cómo un comité encabezado por Pablo Picasso (representando a renombrados artistas y escritores), está preparando una exposición en contraposición a la Bienal franquista, con el fin de poner en evidencia a los artistas sometidos al régimen de facto y a todos aquellos que trabajan fuera de España, en solidaridad hacia la República Española. Además, se menciona que en México se inaugurará, de manera casi paralela, una Exposición Anual de Artistas Plásticos Mexicanos y Españoles Republicanos Emigrados, coincidiendo con la de París. El propósito es enfatizar los verdaderos valores artísticos de México y de España, que nada tienen que ver con los que florecen bajo la tiranía franquista.