El conflicto entre los distintos sistemas de enseñanza artística y sus actores se inician desde principio del siglo XX. En un origen, el desacuerdo entre maestros y alumnos de la academia por el plan de estudios, culminó en 1913 con el nombramiento de Alfredo Ramos Martínez (director) y la instalación de la primera Escuela de Pintura al Aire Libre, cuya concepción original fue del propio pintor. Después del paso de varios directores de corte conservador por la Academia de San Carlos, durante la lucha armada (1910-17), para principios de los años veinte se retoma el conflicto educativo que desemboca con el nombramiento de Ramos Martínez, antes referido. Este retoma su proyecto y abre la escuela al aire libre del barrio de Chimalistac, al sur de la Ciudad de México. Para 1925 contando con el apoyo gubernamental se inauguran tres nuevas escuelas, aunque, en esta ocasión, adquieren un nuevo matiz. En ellas se aceptan no sólo a estudiantes de la Academia, sino que amplían su esfera de acción admitiendo, en un principio, a niños, indígenas, y mujeres; en una segunda etapa, a obreros e hijos de éstos. Entre 1925 y 1927 la crítica se volcó a favor de los resultados de las escuelas. Sin embargo, para 1928, se empezó a cuestionar el valor artístico de los trabajos de éstas. De esa manera, el ambiente artístico quedó dividido entre los que pugnaban por la creación de un arte académico y conservador y aquellos que se identificaban con la producción de un arte libre y popular. En defensa por la educación libre se forma el Grupo ¡30-30¡ y Martí Casanovas, el escritor catalán ligado a la vanguardia cubana en torno a la revista de avance a fines de los veinte, es uno de sus principales ideólogos.