Este artículo es significativo al presentar la mirada de un prestigioso crítico extranjero como Pierre Restany —quien generó una importante relación con el arte argentino desde los años setenta— en una revista del exterior, sobre las características del arte local de la década de noventa.
Inclusive, es relevante que los artistas seleccionados para dicha lectura son casi exclusivamente aquellos reunidos por la Galería del Centro Cultural Ricardo Rojas entre 1989 (momento de su inauguración) y los primeros años la década.
El Centro Cultural Ricardo Rojas, fundado en 1984, es un organismo de extensión cultural de la Universidad de Buenos Aires en el que se desarrollan variadas actividades, tales como cursos, charlas, ciclos de cine, etc. Tras algunos años de su apertura, en 1989, se creó La Galería del Centro Cultural Ricardo Rojas en el hall de entrada del recinto universitario, dirigida por el artista y crítico de arte Jorge Gumier Maier, sumándose poco después Magdalena Jitrik como colaboradora.
Espacio marginal por entonces dentro del campo artístico bonaerense, comenzó a adquirir importante visibilidad entre 1991 y 1992. Los artistas de “El Rojas” (Fabián Burgos, Graciela Hasper, Feliciano Centurión, Martín Di Girolamo, Alberto Goldestein, Sebastián Gordín, Miguel Harte, Agustín Inchausti, Luis Lindner, Nuna Magiante, Emiliano Miliyo, Esteban Pagés, Ariadna Pastorini, Marcelo Pombo, Cristina Schiavi, Enrique Marmora, Sergio Vila, Benito Laren, Omar Schiliro, Liliana Maresca y Alfredo Londaibere, entre muchos otros) empezaron a ser incorporados en la agenda de espacios clave de exhibición. Cuéntanse entre ellos el ICI (Instituto de Cooperación Iberoamericana), el Centro Cultural de España o bien la Galería Ruth Benzacar.
Como muestra este artículo, las referencias a poéticas del pasado, como el arte pop, el minimal, el arte concreto (bajo reformulaciones personalísimas), además de elementos del kitsch, han servido para caracterizar los recursos expresivos de dichos artistas.
La categoría “arte guarango” (aquí elaborada por Pierre Restany) y “arte light” acuñada por Jorge López Anaya (véase “El absurdo y la ficción en una notable muestra”, La Nación, Buenos Aires, 1º de agosto de 1992) para referirse al arte argentino de los noventa, tuvieron gran repercusión dentro del campo artístico ya que generaron intensas discusiones, al igual que la categoría brigth, propuesta por Gumier Maier como contrapartida de light.