El 1 de septiembre de 1947 se publicó en el Diario Oficial la creación de la Comisión Nacional de Pintura Mural. Este acontecimiento otorgó, de manera oficial, el poder a tres pintores que, a juicio de Fernando Leal (18996-1964), se autonombraron “con el casi teológico nombre de “los tres grandes”. A partir de entonces, se fue construyendo un mito que en la actualidad es difícil de negar. Diego Rivera (1886-1957), José Clemente Orozco (1883-1949) y David Alfaro Siqueiros (1896-1974) se convirtieron en referencia obligada para cualquier tipo de discurso artístico. A lo largo de los años, no sólo fueron ellos mismos quienes continuaron nombrándose así, sino que críticos de arte, coleccionistas, museógrafos, funcionarios culturales, pintores y público en general se han dedicado a engrandecer su “grandeza”. El término adquirió fuerza en la época en que Fernando Gamboa (1909-90) fue subdirector del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) pues organizó exposiciones internacionales en donde presentaba a los tres como las figuras centrales del arte mexicano, aunque con su agregado Rufino Tamayo (1899-1991). A este último, Siqueiros lo invitó a convertirse en “el cuarto grande”, lo cual nunca fue aceptado por Tamayo; sin embargo, en el discurso museográfico de la época y a pesar suyo así fue presentado.
Ver nota de Antonio Rodríguez, “Contra los Grandes. La pintura mural no puede sujetarse a ningún control”, El Nacional, México DF, 24 de agosto de 1947, segunda sección, pp. 1 y 3.