Tucumán Arde es la realización colectiva más conocida de la vanguardia de Buenos Aires y de Rosario, en el momento culminante de la radicalización política y artística por la que los artistas atraviesan a lo largo de 1968. Su diseño implicó un proceso complejo tanto de investigación, como de contrainformación y campaña de difusión masiva. Siendo parte integral de la investigación, una veintena de artistas (en su mayor parte rosarinos) viajó a Tucumán por segunda vez en octubre de 1968. En la Provincia, apoyados por sindicalistas, periodistas y otros colaboradores, los artistas desarrollaron un clandestino trabajo de registro de la situación social vivida por los ingenios azucareros (entonces cerrados), en escuelas y hospitales, etc., buscando información que pusiera en evidencia la falsedad de la campaña oficial sobre el llamado Operativo Tucumán. Se recurrió a múltiples medios: grabaciones, fotografías, filmaciones.
Con los resultados de la investigación, montaron —en la sede de la central obrera opositora a la dictadura del Gral. Juan Carlos Onganía— una muestra-denuncia que no se restringía a una zona acotada del edificio, sino que partía de la idea de ocupación del mismo. Los artistas recurrieron a múltiples medios (paneles fotográficos, películas, testimonios grabados, gráficos, recortes, cartas, etc.) para dar a conocer al numeroso público las tristes secuelas sociales del cierre de los ingenios azucareros.
En Rosario, durante la muestra dieron a conocer mediante copias mimeografiadas una extensa declaración, intitulada simplemente “Tucumán Arde”. Fue redactada por dos intelectuales rosarinos que se habían acercado al Grupo de Arte de Vanguardia de Rosario, con el cual venían colaborando y discutiendo asiduamente. Se trata de María Teresa Gramuglio y Nicolás Rosa, ambos profesores de literatura expulsados o renunciantes de la Universidad en 1966, luego de la violenta intervención de la dictadura en la vida universitaria durante la jornada conocida como la “Noche de los bastones largos”.
La incorporación de intelectuales, no artistas, a la realización de Tucumán Arde nos remite a la valoración de los artistas de una mirada teórica sobre su práctica; pero, además, nos habla de la intensa conexión entre artistas e intelectuales, vínculo distante del antiintelectualismo que predominará poco más adelante.