Es un texto publicado en los primeros años de la producción fotográfica de Mariana Yampolsky —(1925-2002), nacida en Chicago y muerta en la Ciudad de México— y en ello estriba su valor, dado que apunta, con precisión, a la transición realizada por la artista entre el arte del grabado y sus inclinaciones, cada vez más claras, hacia la fotografía. Además, muestra la consistencia en las elecciones temáticas e ideológicas de la fotógrafa; quien, aún al cambiar de medio, se mantiene presente en términos de una nítida convicción de vida. Yampolsky llegó a México en 1945 y obtuvo la nacionalidad mexicana en 1958. Empezó su carrera como grabadora y fue la primera mujer en formar parte del Comité Ejecutivo del Taller de Gráfica Popular (TGP), defendiendo los intereses progresistas y democráticos del pueblo mexicano a través del arte. Empezó a experimentar con la fotografía en 1948, como un registro personal durante diversos viajes y comenzando a exponer su trabajo en 1960. A lo largo de su trayectoria, Yampolsky enfatizó su papel socio-político, capturando en sus fotografías la herencia cultural de los pueblos indígenas, así como signos culturales, tanto históricos como estéticos. Fue una importante fotógrafa por su expresividad y versatilidad al recrear realidades a través del registro visual de las diversas comunidades. La temática, los términos ideológicos y la forma dentro de sus composiciones constituyeron una escuela importante para las nuevas generaciones ya sea de antropólogos visuales o bien de fotógrafos comprometidos con objetivos sociales y estéticos.