José Gorostiza hace un análisis de los ocho artistas participantes en la exhibición Pintores mexicanos modernos, organizada por Carlos Mérida y Carlos Orozco Romero para la Cervecería Carta Blanca. Señala que, en la muestra, existen tendencias encontradas entre sí y comenta la ruta artística de cada exponente. Para el escritor, el suprarrealismo está representado por Mérida y Orozco Romero, en la etapa de la plástica pura que no recurre a elementos extraplásticos, tales como el tema. Dentro de la misma tendencia Agustín Lazo representa la etapa poética ya que inscribe en sus pinturas un sueño, que sí bien no es todavía el tema, sí es la anécdota. Comenta que hay en esa obra un como retorno a la pintura de género, aunque dentro de un mundo que se edifica misteriosamente con jirones de sueño, muy cercano a las anécdotas absurdas de André Breton o al las coreografías de Igor Strawinski. Indica que el suprarrealismo contiene tanto a la tendencia poética como la pura, aún cuando sean contradictorias en la condición de acontecer fuera y por encima de la realidad. Sobre las obras de Jean Charlot y Fermín Revueltas, el escritor indica que recuerdan al postimpresionismo. Acerca de Tamiji Kitagawa, dice ser simplemente “Kitagawa”, no sólo por los elementos orientales que intervienen, de manera tan extraña como deliberada, en la concepción mexicana de su pintura, sino también por la fineza del trazo y el color de su obra. En lo referente a David Alfaro Siqueiros, Gorostiza apunta que pinta como puede, pero que consigue un efecto fuerte de dura y sincera personalidad. Finaliza citando a Roberto Montenegro, a quien considera un gran dibujante y retratista; sin embargo, el escritor estipula que, desde que el pintor se ha dedicado a contrariar el sentido de su factura, todo le ha salido mal.