En esta Bienal de Venecia, el pabellón mexicano fue declarado el más importante del certamen y los pintores mexicanos formaron parte de los seis finalistas, de acuerdo a lo declarado por el jurado. El crítico de arte, Jorge Juan Crespo de la Serna, quien estuvo presente en dicho evento, comenta que la votación final fue bastante reñida. Desde el primer momento se mencionaban, junto con Henri Matisse (1869-1954), Constant Permeke (1886-1952) y Max Beckman (1884-1950), entre los principales contendientes, los tres nombres de nuestros pintores: Diego Rivera (1886-1957), David Alfaro Siqueiros (1896-1974) y Rufino Tamayo (1899-1991). Se realizaron varios escrutinios. Al final salió premiado Matisse y con el premio inmediato —o sea el otorgado por el Museu de Arte Moderna de São Paulo, Brasil—, para Siqueiros. Nadie podía poner en entredicho este veredicto que tanto honró a México. Además, tuvo un gran significado la abierta contienda, pues no obstante que se otorgó un galardón a un pintor francés que había llegado a una etapa francamente formalista y casi esencialmente decorativa; implícitamente se reconocía el mérito y la calidad de otro ejemplo del arte contemporáneo, al darse el premio a Siqueiros, tan nutrido en conceptos y en prácticas diametralmente opuestas.
El crítico francés Raymond Cogniat se refirió al arte mexicano como "la máxima revelación de la Bienal. Nos hallamos ante una creación totalmente original, que se ha desarrollado fuera de las influencias europeas y que se impone con una violencia tal que es imposible resistir".