“Una cabeza con caparazón. Anotaciones sobre la obra de Vicuña” es un texto de Roberto Merino (n. 1961) con motivo de la exposición Miss de Juan Pablo Langlois Vicuña (1936–2019), en el Museo Nacional de Bellas Artes (Santiago, 1997). Dicha institución había sido intervenida por primera vez con sus Cuerpos blandos (1969), acción descrita por Merino como un hito de la época, a pesar de no tener mayor repercusión entonces. En 2009, a cuarenta años de su realización, fue rehecha por el MNBA con variaciones; la extensión sobre todo ya que el “culebrón” original fue descartado. En esta reactivación se sumó, además, una muestra de archivo con su primera inscripción expositiva.
A través de Miss Langlois Vicuña exhibió la serie Misses, instalaciones de diversos elementos (esculturas en papel-periódico, cola fría y plastilinas), un procedimiento iniciado en los setenta. Algunas de sus misses se titulan Miss Universal Destiny, Miss Chile Onas, Miss Desaparecidas, Misses vestidas y históricamente desvestidas, Miss Corazones Pescados, Miss Américas, etc. Todas estas piezas remiten a las mujeres indígenas que habitaban Chile antes de la colonización. Miss Universal Destiny condensa reflexiones que atravesaron la exposición; es una reproducción escultórica de la Miss Chile, momia (hallada en la región de Antofagasta) de aproximadamente 2500 años en posición fetal o cuclillas. En la instalación, montados sobre el muro, hay el retrato de una mujer de rasgos occidentales hecho con pastel y enmarcado; otro rostro de mujer y un cráneo, ambos hechos con plastilina. Complementa el montaje el título de la obra escrito en letras doradas, colgadores de ropa y una vasija hecha de papel con frutas y verduras alrededor; aluden a humanos agricultores a los que pertenecía la momia. La obra contrapone a la momia y su pasado ancestral con el destino trazado por la colonización y sus cánones de belleza. El nombre de Miss Chile se debió al buen estado de conservación, nombre paradójico e incluso ofensivo si se considera que en realidad pre-existe a lo que conoce hoy como Chile.
A lo largo de su trayectoria, Langlois realizó varios libros de artista. En 2009 publicó De Vicuña a Langlois donde juega con sus apellidos invirtiendo el orden paterno. Merino señala la diferencia que se establecía: Langlois aludía al arquitecto y empleado, mientras que Vicuña involucraba al artista.