El texto presentado por Juan Pablo Renzi al Primer Encuentro Nacional de Arte de Vanguardia se define como un “intento de fundamentación del temario” propuesto y presenta un marco para la discusión. Se busca “extraer la problemática de la experiencia directa que hemos realizado en este último tiempo y que nos ha llevado a plantearnos una situación límite”. Para eso, Renzi cree importante que “la discusión llegue a establecer las bases, no ya de una teoría general del arte, pero sí de una teoría que oriente específicamente y aclare el campo de nuestra acción futura”.
Su referente teórico-político es el marxismo. El texto define su “convicción de que la teoría general del marxismo, con sus actualizaciones y derivaciones, la concepción materialista y dialéctica de la realidad y de la historia... es la mejor forma posible de interpretación de la realidad”.
Renzi señala que el carácter revolucionario de la obra no está en la intención subjetiva del creador, ni en el mensaje, sino en la efectividad de la obra en el medio donde se realice y el público al que se dirija. Entiende que la sucesión vertiginosa de tendencias experimentales es un recurso voluntario de los artistas de vanguardia para evitar ser absorbidos por las instituciones. Además, Renzi indica que “la concepción vanguardista como una inserción inquietante en los esquemas culturales burgueses choca irremediablemente con un fenómeno, hasta ahora, históricamente irreversible (...) la pérdida de virulencia (...) y la indefectible absorción y consumisión de esos productos por parte de quienes eran los destinatarios del ataque”. Resulta ineludible para el grupo, por lo tanto, la ruptura con “los intermediarios”, con las instituciones de la “cultura burguesa”, lo cual les exige encontrar un lugar alternativo para desarrollar la nueva obra. Se considera que, sólo al margen de las instituciones artísticas, la vanguardia experimental podrá mantener su carácter revolucionario. Incluso, la caracterización política de que el triunfo de la revolución es inminente e inevitable, lleva a Renzi a evaluar que —al romperse de modo definitivo los lazos con la cultura burguesa— se está abriendo una etapa de “obras de transición” ya que “un nuevo contexto social cobijará nuestras obras”.
A partir de la caracterización de tal etapa como de inminente resolución revolucionaria, se formula el interrogante acerca del tipo de relaciones que debe establecer la vanguardia con las instituciones artísticas y no artísticas. La respuesta establece varias etapas a partir de una secuencia que va de la ruptura con el mecanismo de prestigio y las instituciones —con las que la burguesía controla el fenómeno cultural— hasta la incorporación consciente al trabajo del grupo de las acciones políticas y de la lucha de clases. Hay, además, la definición de la función del intelectual en la sociedad: desde la toma de conciencia de la imposibilidad de permanecer al margen de la historia hasta la definición de si se está “con o contra la revolución”.
En cuanto a los rasgos que tendrá la nueva obra, Renzi propone la búsqueda de “una obra que, partiendo de la consideración de que las enunciaciones ideológicas son fácilmente absorbibles, transforma a la ideología en un hecho real a partir de su propia estructura”. Se trata de realizar “un tipo de obra que produzca efectos similares a un acto político”, y para ello no basta con la presencia de determinados contenidos. Para expresarlos revolucionariamente, para que la obra actúe eficazmente sobre la conciencia de los receptores, se hace imprescindible el tratamiento revulsivo, perturbador, e incluso violento, que se le dé a dicho material.
Las alusiones a la lucha armada no son sólo metafóricas. Renzi es muy explícito al respecto: “el futuro cambio social al que aspiramos sólo puede darse por medio de la revolución popular armada”. No se trata sólo de definiciones políticas, sino también de un programa artístico que adopta “la violencia como lenguaje estético”.