A partir de lo publicado por Rufino Tamayo (1899-1991) en la entrevista del 22 de septiembre de 1947, en “La pintura mexicana está en decadencia, dice Tamayo. Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, en declive”, escrita por Antonio Rodríguez, la discusión se desvía y toma otros caminos. Se dejan de mencionar y criticar las funciones de la Comisión Nacional de Pintura Mural y, en cambio, se centran en el futuro de la pintura mexicana. Se discutía si la Comisión debía tener una función política o bien poética y espiritual. En 1947, José Clemente Orozco (1883-1949) se encontraba trabajando en el ámbito de la abstracción; había realizado obras de importancia como el mural en la Escuela Nacional de Maestros y varias pinturas de caballete como Los muertos (1931), Columnas cayendo (1932), o Paisaje metafísico (1948), entre otras. Aunque paradójicamente sus comentarios iban en contra un tipo específico de abstraccionismo que solamente se preocupaba por juegos de líneas y colores, también aclaraba que el “abstraccionismo sincero” podía alcanzar otros intereses, ligados a propuestas experimentales como el movimiento y las perspectivas hacia fuera del cuadro. Aspectos éstos que se podían observar en las obras de Tamayo.
Hay que destacar que Orozco no buscaba la confrontación. Si bien es cierto sus respuestas son un tanto ambiguas al respecto, sobre todo en lo que se refiere al arte abstracto, al mismo tiempo debe destacarse su reconocimiento de elementos positivos en la propuesta de Tamayo.