Este texto de Raúl Flores Guerrero narra, de manera somera, la formación del fotógrafo Nacho López. Alude a su nacimiento en Tampico (Tamaulipas). Sus primeros intentos fotográficos como aficionado realizados en la ciudad de Mérida (Yucatán) y su traslado a la ciudad de México, donde aprendió el oficio y las artes de esta técnica de aprehensión. Comenta el autor que sus primeros profesores fueron Víctor de Palma, en Cuernavaca, y Manuel Álvarez Bravo, en la Academia Cinematográfica. En esta breve semblanza biográfica, Flores Guerrero comenta que López fue invitado a dar cursos de técnica de fotografía en la Escuela de Periodismo de la Universidad Central de Venezuela, donde registró con su cámara el derrocamiento de Rómulo Gallegos (1948). A su regreso, aduce el autor, Nacho López aprendió a desempeñarse como fotógrafo de lo cotidiano: a ver objetos estéticos dónde otros no lo verían, a encontrar en la vida diaria una expresión gráfica y a captarla con un ojo entrenado para ello. Subraya su capacidad para captar la luz, la perspectiva, la espontaneidad de los personajes, convirtiendo los objetos triviales en aspectos estéticos. Además de recuperar la imagen de los seres marginales, Nacho López es considerado como el fotógrafo del pueblo y de México.