El autor, Alfonso de Neuvillate, comenta que las exposiciones de Mathias Goeritz siempre son esperadas por el poder de invención que imprime en sus obras —algo poco frecuente en el medio artístico de esa época— y por las emociones provocadas en el espectador. La primera exposición, nos describe, muestra una serie de torres que forman La Osa Mayor, elevándose “con majestuosidad inaudita” y que se reflejan al infinito gracias a los espejos y a los cuadros (denominados “mensajes”) dorados ahí expuestos. El ambiente que logra el artista en esta exposición provoca en el autor de esta reseña tanto duda como fe a la vez, ya que el arte debe ser siempre origen, desarrollo y conclusión. Incluso se pregunta cómo es posible que un artista que logra esto, hable acerca de la “inexistencia del arte”. En cuanto a la segunda exposición, la de Montiel Blancas, se dedican sólo un par de líneas para comentar que sus pinturas no son nada, aunque en la nada también se pueda encontrar algún valor. Sobre la tercera exposición, la Presencia de” Los hartos”, a su juicio es ya obsoleta para ese momento y la describe como un lugar donde la presencia es la ausencia de objetos, donde la broma es la burla de aquellos artistas cuya meta es la burla por la burla misma.